Incidente burocrático en el Ayuntamiento de Majadahonda: los funcionarios obligan a un jubilado de Islandia y vecino a ir al Registro Civil para conseguir una fe de vida tras el robo de su pasaporte y 3 visitas, a la planta baja municipal y a la Guardia Civil

EYTHÓR ARNOLDSSON. 31 de enero (2024). La fe de vida o la muerte burocrática. Un islandés en apuros. Islandia es un país pequeño y los islandeses somos como una gran familia, todos nos conocemos y cuando pasamos temporadas en el extranjero creemos que todo es familiar y cercano. Somos muy inocentes. En la línea 3 del metro me habían robado el pasaporte, contrariedad supina porque Islandia no tiene embajada en España y las más cercanas están en París, Londres u Oslo. Como cada invierno he de enviar a mi país la fe de vida para cobrar la pensión de jubilación (en Islandia nos jubilamos bien jóvenes y nos encanta disfrutar de la vida en países donde hace buen tiempo y la gente es amable, excepto claro en algunos ayuntamientos, como en el de Majadahonda). Al ir a solicitar en la planta baja la fe de vida, la funcionaria me dijo consternada que “no podía firmarlo ni sellarlo” porque no tenía pasaporte válido. Le respondí que no venía de Tombuctú, ni había llegado a España en patera. Le mostré el último pasaporte caducado, la tarjeta de El Corte Inglés, el carné de Amigos de los Paradores y la tarjeta sanitaria islandesa, documentos que mostraban sin asomo de dudas mi identidad, es decir, yo existía. Ante mi insistencia, la funcionaria se vio obligada, a elevar consultas a una Alta Secretaria Jurista de la primera planta quien me sugirió ir al consulado honorario de Islandia para obtener un pasaporte.


El genial humorista Forges retrató la ineficacia burocrática mejor que ningún otro artista

EL «VUELVA USTED MAÑANA» DE LARRA (AÑO 1.833) NO HA CAMBIADO. Con nuestra cabezonería islandesa que nos ha llevado tan lejos como a descubrir Norteamérica, le respondí que un pasaporte eventual cuesta dinero y es válido solamente por un año. Además estaba claro que yo existía, mi presencia y los documentos lo probaban. Con claros signos de nerviosismo, la funcionaria me dijo que volviera otro día. Ante el abismo en el que me encontraba, indocumentado en España y con el riesgo de perder la pensión, acudí a la Comandancia de la Guardia Civil, un cuerpo admirable, para pedir consejo. Estaba claro para el cabo andaluz: un extranjero de la UE /EEE necesita mostrar en el Ayuntamiento de Majadahonda el pasaporte caducado pero válido para mostrar su identidad junto con el empadronamiento en el municipio.


La típica mentalidad administrativa ante el sufrido contribuyente y pagador

«HAY FUNCIONARIOS QUE CONSIDERAN QUE LOS CIUDADANOS TRABAJAMOS PARA ELLOS Y NO AL REVÉS». Cargado de optimismo por el yesterday, volví a encontrarme con la misma funcionaria, quien me dijo que ella era solamente una delegada de la Alta Secretaria Jurista e insistía en que consiguiera un pasaporte válido. La opinión de la Guardia Civil le parecía irrelevante, y como último recurso me sugirió (en una tercera visita) dirigirme al Registro Civil, donde le habían dicho que allí también me iban a pedir un pasaporte válido. Abrumado por la cercanía del precipicio le dije que iba a presentar una queja y reclamación. La funcionaria se encogió de hombros y respondió que estaba en mi derecho, aunque evitó mirarme para comprobar que yo, efectivamente, existía, ahí mismo, delante de ella.

La «tragicómica» burocracia

Larra retrató hace 2 siglos los peligros de la burocracia en un artículo que ha hecho historia

SALÍ DEL AYUNTAMIENTO DE MAJADAHONDA CON LA SENSACIÓN DE TRISTEZA por comprobar que hay funcionarios que consideran que los ciudadanos trabajamos para ellos y no al revés, que cobran un sueldo para ayudar a los ciudadanos en sus dificultades administrativas. Acudí al Registro Civil armado con más carnés y documentos que mostraban claramente mi existencia aunque ya había empezado a tener dudas sobre mí mismo. Después de un control en la entrada, como es costumbre, y una espera de 10 minutos, una funcionaria amable y comprensiva del Registro Civil me ofreció una silla tras una mesa llena de documentos. Le dije que necesitaba una fe de vida. Me preguntó que si tenía que redactarla ella o la traía yo. Le tendí la solicitud en inglés, me miró y dijo con simpatía sin pedirme documento alguno: -Compruebo que usted existe. Selló el formulario, lo firmó y con una amplia sonrisa me dijo que el café de máquina era malísimo y el sistema informático del Registro le causaba problemas. Me despedí de ella con otra sonrisa comprobando que, después de todo, había esperanza en el yesterday.

Majadahonda Magazin