
Vargas Llosa en Majadahonda: «Borges encuentra una personalidad propia después de pasar por toda esa literatura vanguardista o localista, muy afectada, muy poco realista. Y lo que es extraordinario es que todo eso comienza con un libro que él dice que es el libro de un tímido que en lugar de inventar historias las documenta en un libro de historias grandilocuentes y terribles donde se produce un cambio ya muy radical».
MARIO VARGAS LLOSA (1936-2025*). (Majadahonda, 27 de enero de 2021). Creo que Jorge Luis Borges es probablemente el escritor que más me conmueve en nuestra lengua, el mejor prosista en la vida moderna y el único comparable a los grandes clásicos. La prosa de Borges dan ganas de oírla, hay que leerla en voz alta muchas veces por la perfección que tiene, los insólitos adjetivos, los adverbios que son tan importantes en las frases de Borges que dan la «impresión de haberlos buscados como quien busca una aguja en un pajar, es algo realmente muy recóndito del lenguaje que él ha conseguido extraer y poner en su frase. Ahora bien, Borges no era eso cuando empezó, para nada, Borges es más bien así cuando regresa a la Argentina después de haber estudiado aquí en Europa, antes más bien era un poeta que quiere ser gauchesco, criollista. Los primeros libros y ensayos de Borges son todo lo contrario de lo que sería después. Él encuentra una personalidad propia después de pasar por toda esa literatura vanguardista o localista, muy afectada, muy poco realista. Y lo que es extraordinario es que todo eso comienza con un libro que él dice que es el libro de un tímido que en lugar de inventar historias las documenta en un libro de historias grandilocuentes y terribles donde se produce un cambio ya muy radical. En el caso de su prosa, a diferencia de la anterior, ya no es muy rebuscada ni muy enredada, es muy clara y limpia, hay muy pocos adjetivos pero fundamentales porque suenan de una manera tan insólita y son tan inesperados… Así, dice: «Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche». La «unánime» noche es un adjetivo que encaja perfectamente bien y sin embargo es insólito porque llama a la noche «unánime» y sin embargo hay algo que une al mundo entero cuando desaparece el sol y entramos en la oscuridad. Todo eso se construye como Flaubert, se construye a sí mismo después de pasar por una época de búsqueda en la que a nosotros Borges no nos parece Borges todavía, hasta que aparece el gran Borges, pues uno tiene la impresión de que solo leyéndolo en altavoz para poder gozar de la música y de sus ideas también, por supuesto, pero sobre todo la música de las palabras, lo que le da su gran personalidad.
ALGUNAS VECES ME HE ENCONTRADO CON COSAS QUE HE DICHO O ESCRITO Y QUE ME DESCONCIERTAN MUCHO, porque ya no pienso de esa manera y ya pienso cosas muy distintas. Eso me ha pasado pero también la sensación que he tenido releyendo –y por eso no lo hago generalmente– es de mucha decepción, de decir «no, aquí el adjetivo estuvo mal usado, debí usar otro, ser más creativo, buscar un poco más». Hay frases que lamento haber escrito, por eso prefiero no releer las cosas que están ya publicadas aunque trabajo mucho en esas cosas antes de publicarlas, pero luego de publicar un libro la verdad que, salvo cuando se realizan algunas traducciones al extranjero y tengo que volver sobre ellas, generalmente no es tanto el entusiasmo como la decepción lo que me ocurre cuando releo.

«Uno tiene la impresión de que solo leyendo a Borges en altavoz, para poder gozar de la música y de sus ideas también, por supuesto, pero sobre todo la música de las palabras, es lo que le da su gran personalidad»
DEL PRINCIPIO DE «CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL» SÍ ME ACUERDO MUCHO porque esa frase «Cuando se jodió el Perú» me la han repetido tantas veces y ha sido objeto de tantos debates que es una frase que pude escribir sin tomar conciencia de que iba a provocar tanta reacción. Empieza diciendo: «Santiago Zavala miró desde la avenida Tacna sin amor», porque mira los edificios grises en un día gris de esos que hay muchos durante el invierno en Lima y él está saliendo del diario La Crónica por la Colmena, yendo hacia la plaza San Martín, que era entonces el centro de la ciudad y que ahora se desplazó. Yo quería pintar esas tardes grises de cielos nublados y color de ratón qué son las del invierno en Lima donde hay sólo dos estaciones, invierno y verano. Los meses de invierno son grises generalmente con una neblina muy delicada que disuelve un poco a las personas y las cosas. Yo quería describir esa realidad qué tiene que ver mucho con el ánimo desmoralizado y frustrado de ese joven periodista que es este chavalito. (Continuará). *Intervención realizada en la Casa de la Cultura de Majadahonda. Tercera Parte.