La Cultura en Majadahonda: «Librería Altazor duró lo que duró. Allí presenté mi “El mundo poético de Bob Dylan”. Era librería de fondo (“La Vieja Galería” de libros de ocasión). A ambas se las llevó el diablo de la desidia municipal, incapaz -por lo visto- de mantener el tipo, apoyando iniciativas tan nobles».

VICENTE ARAGUAS. Poeta y escritor, autor de “Enseñando Poesía en la Escuela” (Magíster/ Pigmalión). Marzo de 2024. No parece que Majadahonda, una de las ciudades españolas con más licenciados universitarios por metro cuadrado, se ocupe del asunto cultural en exceso. Es más, luego de casi medio siglo a bordo de lo que cuando llegué era aún pueblo, tengo la sensación de que lo que hoy es erial, en los ochenta era un campo fértil, poblado de las mejores intenciones. Yo vi como se alzaba, por el arquitecto Peridis, la Casa de la Cultura, hoy tan pequeña, tan recoleta, eso sí. Recuerdo un alcalde efímero que tuvimos, Don Roberto Rodríguez-Solano Pastrana, asistente a cuanto acto hubiera en ella, así fuera el protagonizado por un hipnotizador de teatrillo. Don Roberto, tan buena gente, pinzado entre los hunos y los otros (que diría Unamuno). Y, bueno, yo no voy a hablar de política, aquí, ahora, pero recuerdo una óptima concejal de Cultura, llamada Ana Fernández Mayo, a quien conocí en la inauguración de cierta estupenda librería en la Calle Santa Catalina. Con espacio para actos y sillones donde se asentasen lectores de paso. Duró nada. Un mediodía entré en su desolación para que la encargada me comunicase, entre lágrimas, que esa mañana había vendido cero céntimos de euro. No lejos Altazor duró lo que duró. Allí presenté mi El mundo poético de Bob Dylan”. Era librería de fondo (“La Vieja Galería” de libros de ocasión). A ambas se las llevó el diablo de la desidia municipal, incapaz -por lo visto- de mantener el tipo, apoyando iniciativas tan nobles.


Vicente Araguas

Sí, ya sé que el dirigismo en hábitos lectores funciona solo a medias. Pero también es cierto que se trata de dar una imagen positiva, desde arriba. Y, fiestas y fiestorros aparte, no parece que en Majadahonda, las autoridades intenten desnudar la imagen de ciudad dormitorio, abundante en bares y terrazas. Entre estas es sangrante la de Doctor Marañón, pasado el Parque de la Laguna; la ocupa un bar de modo tan hiperbólico que obliga a los peatones a deambular por un espacio mínimo; algún día habrá un atropello sobre o contra quien se ve obligado a pisar asfalto si quiere seguir un recorrido lógico. Y por supuesto que es Cultura cuidar la urbe, aunque solo sea por la urbanidad. Librerías: apenas quedan. En 1979 estaban “Mariana Pineda” y una más en el Zoco, en el local que ocupa hoy la farmacia. Para veinte y tantos mil habitantes. Quioscos, una alegría, en número y buen talante. Reducida hoy a tres o cuatro. Fermín, Manuel (¡cómo recuerdo al que lo nomina, tantos oficios en que se ocupaba aquel buen hombre de la Majadahonda lejana!) y algún otro que me queda un poco aparte. ¡Los cines! Incluido uno de verano, en la Plaza del Cura, tan de Felliini o, más cercano, Berlanga.

Nos queda, iniciativa autóctona, esa cooperativa mágica del Zoco de Majadahonda. Demostrando que aquí hay fuerza y sensibilidad. Y que hay maneras, y gente generosa y culta para contraatacar la desidia municipal; otro día hablaremos del gobierno, decían Tip y Coll, porque los que fueron, los que son, tienen mucho que rascar: aquí ha habido ediles, de ambos lados, huéspedes en algunos casos de los chiqueros estatales. Que el sol sale, o se pone, para todos. Y yo no sé, y acabo por hoy, quién tendría que responsabilizarse del desastre del Auditorio Alfredo Kraus, sobre el que se ha corrido un tupido velo. Lo cierto es que, “wikipedia” lo dice muy suave, su diseño innovador no es “muy apropiado para unas instalaciones destinadas a la interpretación de música”. Fellini, de nuevo, o Berlanga o la “carabina de Ambrosio”. A lo hecho pecho, dicen. Y aun así algo habría que hacer para que los amantes de la música disfrutemos de nuestra pasión, aquí, en una ciudad que no es, de ninguna manera, dormitorio. En cuanto al gran tenori canario, Alfredo Kraus, loden verde, cara de frío, a quien recuerdo muy desmejorado, moriría un año después, entrando al “Inauditorio” el día de su inauguración, qué falta de respeto para con él. Y hacia todos los contribuyentes majariegos. Cómplíces involuntarios del disparate. Cultura, cultura: que algo queda.

Majadahonda Magazin