«El “Moisés” de Miguel Ángel. Sobre él, Julio II, en actitud yacente en lo que iba a ser su panteón y es una especie de mausoleo deslavazado, donde sobresale, con mucho, Moisés “Padrone”.

VICENTE ARAGUAS. (27 de abril de 2025). Roma: Tres Iglesias. Hablaba el otro día, aquí, en estas páginas tan eléctricas como el río que nos lleva, de tres iglesias romanas, de tres templos poseedores de tesoros artísticos que solo la liberalidad italiana, existe, nos permite contemplar sin descrédito de nuestro pecunio. Tal vez porque como decía Vespasiano, porque el dinero (o pecunio) no huele (o para que no lo haga). Empezaré por San Pietro in Vincoli, basílica próxima al Coliseo, a la que podemos acceder por la escalinata que la une con con la Via Cavour. Cavour, el ideólogo de la unidad de Italia, Garibaldi, el ejecutor y Víctor Manuel II, quien la asentaría.

Vicente Araguas

SAN PIETRO IN VINCOLI, ALGO ASÍ COMO “SAN PEDRO ENCADENADO”, presenta en una urna los presuntos grilletes con los que el primer Pontífice sería sujeto antes de ser conducido a la Cárcel Mamertina, prácticamente en el Capitolio, antes de su crucifixión. Sin embargo lo más interesante de este templo ecléctico, en su factura, definida como renacentista, que es término amplio, viene siendo el “Moisés” de Miguel Ángel. Visita obligada para Freud en sus días romanos, y base para su estudio sobre el ”Padre Padrone”. En efecto, ahí tenemos al Moisés de la barba fluvial a punto de romper, furioso, las “Tablas de la Ley”. Sobre él, Julio II, en actitud yacente en lo que iba a ser su panteón y es una especie de mausoleo deslavazado, donde sobresale, con mucho, Moisés “Padrone”. Julio II, yacente, recuerda a una maja revestida, cruz y tiara, y aporta más desbarajuste a un cenotafio de suyo desbarajustado al que salva el genio miguelangélico.

DE ALLÍ PODEMOS SUBIR, POR CAVOUR Y XX SETTEMBRE, HASTA SANTA MARIA DELLA VITTORIA, un templo barroco hermosísimo, una auténtica bombonera, donde el bombón de licor sabrosísimo no es otro que la Capilla Cornaro, centrada en el “Éxtasis de Santa Teresa” de Bernini. Y ante semejante maravilla, (ya en los pliegues del manto de la santa es posible captar el genio berniniano), uno se siente enmudecer, llevado por el don de lo inefable que la experiencia mística ampara y aun transmite. Inefable: lo que no se puede expresar. Así esa unión hasta lo íntimo con Dios, que a la inmensa mayoría de los mortales solo nos es permitida a través del amor humano. Ese que los escépticos en materia religiosa creen percibir en el punto erótico del Ángel-Cupido cuando apunta, entre desvergonzado y perplejo, a la santa, definitivamente arrobada. Mientras, la familia Cornaro, financiadores de la capilla que alberga el grupo escultórico, también de este, observa desde sus palcos la escena. Santa Maria della Vittoria está hoy en manos del Carmelo Descalzo, siendo hoy las carmelitas quienes se ocupan de regular visitas y decoro. En la sacristía hay una pequeña tienda de recuerdos para ayudar a sostener un templo de entrada gratuita, ya se dijo. En él echo de menos aquel hermano, bien anciano, con quien mantuve trato anual, y me permitía explicar a mis alumnos, arracimados en bancos, una breve lección de literatura mística y ascética.

Caravaggio: “Tríptico de San Mateo”, cuadro favorito del Papa Francisco

LA TERCERA IGLESIA en cuestión, a la que se puede acceder sin pasaje, no es otra que San Luigi dei Francesi, fundación francesa para atender a romeros galos. En algo semejante a aquellos “tesoros” de Delfos, donde cada ciudad helénica tenía espacios para peregrinos en búsqueda de la respuesta apolínea. Templo, de nuevo, en la línea renacentista, tocado después por el esplendor barroco. Abriga en su interior la impronta del gran Caravaggio, con su “Tríptico de San Mateo” en la Capilla Contarelli. En él destaca, tal vez, “La vocación de San Mateo”, aquel publicano a quien Jesucristo, difuminado en el cuadro, llama hacia él. Y Mateo lo mira como diciendo. “¿Es a mí, Señor”. Leo en estos días de noticias romanas que el Papa Francisco, inspirado en la conversión de Mateo, visible en el cuadro favorito del entonces obispo Jorge Bergoglio, optó por el lema. “Miserando atque eligendo”. “Lo miró con misericordia y lo eligió.” Algo así.