«Y a mí, desde que me familiaricé con ella, no dejó de interesarme la figura de aquel rey galante, a quien Clarín señala en “La Regenta” como epítome de saludador especial: “como saludaba el Rey Amadeo”. Y Pérez Galdós habla en su novela “Amadeo I”, de un “saludo masónico en su expresión castiza”. Y lo cierto es que, seguramente, Amadeo era tan masón como su propio padre, Víctor Manuel II de Italia y el propio Garibaldi, excomulgados ambos por Pío Nono, con quien el propio Amadeo se las tuvo tiesas por aquellas reformas que, allí donde las leyes civiles colisionasen abiertamente con las religiosas, podían poner en peligro el señorío de Roma en la “católica España”

VICENTE ARAGUAS. Amadeo I (Viaje al país de la luna). Este miércoles, 11 de junio, a las 19: 00 horas, presentado por el escritor y hombre de saberes amplios, Emilio Pacheco, y teniendo como «maestro de ceremonias» a nuestro concejal y hombre de letras, Federico Martínez Utrera, impartiré una pequeña charla en la Biblioteca Francisco Umbral. El tema central, Amadeo I, un hombre liberal, por generoso, por ideología, que vino a España a cubrir el vacío regio, luego de la revolución llamada “La Gloriosa”, que había expulsado por segunda vez de España a los Borbones, en este caso a Isabel II. Al aire de tan efímero reinado de un rey tan bien intencionado como rodeado de enemigos: republicanos, carlistas, alfonsinos… dispuse una novela titulada “Viaje al país de la luna”, a partir de una reflexión de Amadeo al definir su experiencia española.

Vicente Araguas

Y es que dentro de la agitación decimonónica de nuestro país, Amadeo vivió un momento ciertamente convulso. Con cuatro hombres al frente del consejo de ministros. Serrano (dos veces), Ruiz Zorrilla (otras dos), Malcampo y Sagasta, un atentado contra su persona y rumores continuos de sables y frufrú de sotanas. Mi novela no utiliza la historia como fin, para eso están los documentos, sino como medio. Con historias paralelas, historia de Altagracia Manglares y el coronel Ardora para oxigenar y, aun, entronizar un tanto el devenir de un rey “galantuomo”. No hay gran documentación sobre las últimas horas en Madrid de Amadeo I, conocido popularmente como Amadeo de Saboya. Abdicó el 11 de febrero de 1873, apenas dos años después de su coronación, para pasar su última noche española en un Palacio Real especialmente sombrío del que saldría el día 12, miércoles, para tomar a las seis de la mañana un tren camino de Lisboa, adonde llegaría veintiocho horas después, el día 13, por la mañana.

CON ÉL VIAJABA, SALUD MUY DETERIORADA, SU ESPOSA, María Vittoria dal Pozzo della Cisterna y sus tres hijos: Manuel Filiberto, Víctor Manuel y Luis, madrileño, quien habría de ser muy conocido como montañero, explorador y geógrafo. Amadeo (Turín, 1845-1890) había hecho su entrada en Madrid el 2 de enero de 1873. Nevaba aquella mañana, con Amadeo solo, a caballo, al frente de la comitiva. Serrano el “General Bonito”, unos pasos atrás contra su deseo de ir a la par del nuevo rey. Apadrinado este por Prim, su cadáver velándose en la Basílica de Atocha, primera visita del buen Amadeo, quien había partido de La Spezia, el 25 de diciembre, llegando a Cartagena, el 30, donde le esperaba la noticia de la muerte de su valedor, justo ese día, tres días después del atentado de la Calle del Turco. Mi primera noticia de tal hecho fue aquella canción, que tantas veces he repetido después, también ante mis alumnos de Poesía del Colegio Logos, de Molino de la Hoz (Las Rozas). Sí, adonde iban a calmar hambres, con la caza furtiva de conejos o a moler trigo algunos majariegos de la primera posguerra.

«Amadeo I había venido a traer a nuestro país una monarquía decididamente constitucional. Y hubiera sido un monarca democráticamente incontestable de no haber ocurrido que “todos los que con la espada, con la pluma o con la palabra, agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles.”

LA CANCIÓN QUE DIGO COMIENZA: “En la Calle del Turco ya mataron a Prim/ sentadito en su coche/ con la Guardia Civil.” La canción sigue, las historia, también. Y a mí, desde que me familiaricé con ella, no dejó de interesarme la figura de aquel rey galante, a quien Clarín señala en “La Regenta” como epítome de saludador especial: “como saludaba el Rey Amadeo”. Y Pérez Galdós habla en su novela “Amadeo I”, de un “saludo masónico en su expresión castiza”. Y lo cierto es que, seguramente, Amadeo era tan masón como su propio padre, Víctor Manuel II de Italia y el propio Garibaldi, excomulgados ambos por Pío Nono, con quien el propio Amadeo se las tuvo tiesas por aquellas reformas que, allí donde las leyes civiles colisionasen abiertamente con las religiosas, podían poner en peligro el señorío de Roma en la “católica España”. Y es que Amadeo I había venido a traer a nuestro país una monarquía decididamente constitucional. Y hubiera sido un monarca democráticamente incontestable de no haber ocurrido que “todos los que con la espada, con la pluma o con la palabra, agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles.” Esto dijo, al abdicar, un hombre que vino con lo puesto y se fue con la mitad de lo que había traído. Sí. P.D: La conferencia es el miércoles 11 de junio a las 19:00 horas en la Biblioteca Francisco Umbral, lamentando que un grave error en la revista municipal hubiese llevado allí a varias personas en día equivocado, causándoles innecesarias molestias y dejando en mal lugar al servicio municipal correspondiente.

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