JULIA BACHILLER. Cines Zoco Majadahonda, dentro de su programación “Directores en el Zoco”, realizó la proyección de la película “Parada del Infierno” en versión original subtitulada en español (V.O.S.E)., la cual contó con la presencia de su director, Víctor Matellano, y del crítico y especialista en western, Federico Utrera. Como viene siendo habitual en estas sesiones, ambos fueron un complemento a la emisión del film, ya que aportaron sus conocimientos para deleite del público asistente. Antes del inicio de la proyección se realizó una breve presentación a cargo del director de Cines Zoco, Gabriel Rodríguez, que definió a Víctor Matellano como “guerrillero del cine español de género”. Esta es su tercera película, las dos anteriores “Wax” y “Vampyres”, son de género de terror, y esta ultima un western. Tras él intervino Federico Utrera, periodista, director de MJD Magazin, escritor, profesor de videoarte y empresa digital, así como especialista en western, género sobre el que ha impartido varios cursos. Por su parte el director del film hizo referencia en su discurso al esfuerzo que supone elaborar una película «artesanal», como él mismo la definió, y sobre todo la complejidad que representa su puesta en escena.


Conseguir estrenar en España ya es un éxito”, señaló Matellano refiriéndose a los motivos que le habían llevado a rodarla en inglés. La razón no era otra que facilitar su venta fuera de España. Y aunque está calificada como western, el cineasta quiso preparar al público sobre lo que se le venía encima: aclaró que a continuación se vería un thriller ambientado en el Oeste, además de advertir de su crudeza. Federico Utrera reservó su intervención para el final de la película, que no había visto previamente, pero antes reconoció el valor de este joven director por atreverse a rodar en este género. Y dejó anunciada su intervención, donde aclararía la relación entre poesía y  western con poetas como Cernuda, Borges, Juan Luis Panero o Pere Gimferrer, como al comienzo Gabriel Rodríguez le había solicitado. El argumento de la cinta es sencillo: en una parada de diligencia en el Lejano Oeste a la cual han llegado dos jóvenes hermanas, cuyo objetivo es ir a Oregón, aparecen inesperadamente tres hombres. Uno de ellos, llamado “El Coronel”, tiene la intención de asaltar el cargamento de oro que ha de pasar por allí. Lo que sucede durante su espera lo define su título: “Parada en el infierno”.

La reacción de la sala ante las escenas que se pudieron apreciar fue inmediata. A mitad de la proyección muchos ya la habían abandonado dada la dureza de las imágenes. Tras finalizar se mantuvo un interesante debate donde el director explicó situaciones y anécdotas de la película, desconocidas por los presentes. Y recibió la opinión y dudas de los pocos que permanecieron en la sala hasta el final. Algunas sensaciones del público fueron las siguientes: “La película me ha parecido brutal, eso quiere decir que también me ha gustado, creo que lo has hecho muy bien”, “he de reconocer que la película está muy bien hecha, pero me ha producido un desasosiego y una rabia que no tenía cuando he entrado”, “me he reído varias veces, ¿no tiene esto el humor que yo le he visto?” (Pregunta que se hacía ante la reacción de espanto de algunos de los presentes), “estamos acostumbrados a la violencia del cine americano, me recordaba a «Los odiosos ocho» de Quentin Tarantino. No tiene esta película nada que objetar a aquella”.

De las curiosidades del rodaje aportadas por Víctor Matellano, contar solo aquellas que no desvelan ni su contenido ni su final. Decir que el set duró 4 semanas y tres días, además de que los decorados están aún en pie en la ciudad de Colmenar Viejo. Tanto exteriores como interiores se rodaron en el mismo lugar en el cual los actores estuvieron viviendo, ya que según su director esto les ayudaba a ponerse en situación. En algunas escenas los golpes en las peleas son reales. El director recalcó también la importancia de los personajes femeninos, definiéndolos como «el motor de la película”. En un principio, el papel principal se ofreció a Franco Nero, pero ante las modificaciones que el actor quería efectuar en su personaje, se decidió no contar con él. La base de helicópteros de Colmenar Viejo cercana al lugar causó muchos problemas en las grabaciones del audio, ya que estos acostumbraban a pasar a inspeccionar la zona de rodaje extrañados por la presencia de tan original troupé con caravanas, caballos, rifles y pistolas.

La intervención de Federico Utrera, que suscitó numerosas carcajadas entre el público asistente, se puede contar mejor en formato de cine western al que tanto está acostumbrado. Era cuestión de tiempo que alguno de los integrantes de Majadahonda Magazin escribiera sobre él “Hasta que llegó su hora”. Si algo caracteriza a este medio de comunicación es no venderse “Por un Puñado de Dólares”, por eso esta crónica referente a él se hace “Sin Perdón”: tras visionar la película se quedó como “El jinete pálido”, pero le echó valor y aguantó hasta el final, como los defensores de “El Álamo”, demostrando que está acostumbrado a encontrarse “Solo ante el Peligro”. Por último, ya que “La Diligencia” de este articulo corre prisa, añada usted lo que quiera porque debí estar “Bailando con Lobos“ en el momento de su intervención y no pude retener muchos datos de lo que dijo, ya que la risa me lo impedía. Así que solo resta decir «¡Adiós gringo!«.

VICTOR MATELLANO, EL POLANSKI ESPAÑOL (Federico Utrera):»hay algún malentendido, y ese malentendido será nuestra ruina”, escribió Kafka. Y con Víctor Matellano algo de esto ocurre. Ponerse a rodar un western en el siglo XXI exige o una alta dosis de locura u otra grande de perversión. Ambas cualidades adornan a este cineasta de ojos azules y cándidos, que detrás de un aire aniñado y sonrisa infantil esconde más peligro que la niña del exorcista. Lo que se vivió en los cines Zoco de Majadahonda da buena prueba de ello: gran parte del aforo salió espantado de la sala en los primeros diez minutos de exhibición porque estaban literalmente muertos de miedo. Otra parte puede que acudiera rauda al baño para vomitar, pero lo cierto es que no regresó. Y otra parte no disimulaba a veces sus carcajadas nerviosas. Aquello fue un caos, no era un western al uso, pues aunque siempre la realidad desborda a la ficción, la conquista del lejano Oeste realmente debió ser más parecido a Auschwitz que al “bueno, el feo y el malo”. Y uno, que vivía en la feliz adolescencia de los cines de verano con ración diaria de espaguetti western en las terrazas de Almería, sufrió una experiencia traumática con la película de este Polanski español: ni Sergio Leone ni John Ford ni Romero Marchent ni Enzo G. Castellari, que por cierto sale en este película en un curioso y pequeño papel que recuerda a ese western con humor en el que muchos nos habíamos criado y que muere de un disparo en salva sea la parte. Y no digo más.

Matellano, como ya hiciera el alemán Julian Rosefeldt con el western llevándolo al videoarte, revoluciona el género y lo reconvierte a un realismo como el de los cuentos de terror de Edgar Allan Poe o los endemoniados de Dostoievski, que Carmen de Burgos “Colombine”, como antes Rafael Alberti, intentaron trasladar a Jaca proclamando la República como ahora en Barcelona. Ella antes había readaptado el crimen de Níjar real en una novela –«Puñal de Claveles»– que retomó Lorca en sus célebres “Bodas de Sangre”. Por eso el filósofo francés Jean Baudrillard llamaba a Sergio Leone “el primer director posmodernista” por ser el primero en comprender la sala de espejos de la “cultura de citas” contemporánea. No, no es plato de gusto esta “Parada en el Infierno”, solo recomendable para enemigos declarados a quienes se quiera tender una trampa o una cruel venganza. O para presidiarios irredentos que jamás se reinsertarán porque gozan recordando sus crímenes.

Así es Matellano, un director de cine de los pies a las cejas que consigue lo que se propone: aquí se le ha ido la mano, puede que incluso hasta la cabeza, y con el almeriense Juan Gabriel García de guionista nos han destrozado la infancia, la adolescencia y hasta el bello recuerdo de los primeros besos al calor de los jocosos disparos de “Los Siete Magníficos” o “Le llamaban Trinidad”, todos con final feliz. El mundo ha cambiado y en el siglo XXI la risa de aquellos espaguetti western se convierte ahora en mueca de espanto porque realmente esta “Parada en el Infierno” es literalmente un descenso al averno que ni Dante imaginó con tanto suspense y zozobra. El italiano, al menos, daba un plano para salir de él. ¿Matellano? Si quieren saber lo que él sugiere tendrán que ver la película, pero yo no me hago responsable de los daños cerebrales irreversibles que pueda provocar tamaña grandeza, que diría Cervantes ante el túmulo de Felipe II. A mí, al menos, me dejo trastornado, por lo que he jurado odio eterno a Gabriel Rodríguez, director de Cines Zoco y cómplice del crimen, por haberme invitado a presentarla con malas artes y engaños. Y le advierto con una de Clint Eastwood que recaudó más de 100 millones de dólares, los mismos que Matellano obtendrá algún día con su obra maestra si rebaja un poco el gore sin perder su enorme talento: “Unforgiven”.

Majadahonda Magazin