«Vale la pena por degustar esa tortilla, deleite “líquido”, inventada en “La Casilla” y hoy prodigada en los mesones de la Rúa do Progreso. No, jamás nos la perdamos en Betanzos, con pimientos de Padrón, como guarnición»

VICENTE ARAGUAS (Julio de 2024). La salida de Pontedeume, hacia la capital de As Mariñas, dominio de aquellos Andrade que luego de que sus propiedades pasasen a los Lemos acabarían, aun a día de hoy, en manos de los Alba, es bastante dura (en una etapa que podríamos definir como “rompepiernas”). Y es que, con las piernas, precisamente, frías vamos a encontrarnos con la muy empinada cuesta de Breamo. Bien que la maravillosa capilla románica, que tal nombre lleva, nos quede a un par de quilómetros de la cumbre de esta dificultad. Y por cierto que el peregrino hará bien en visitarla, en esta u otra ocasión. Superada semejante incidencia, y ahora con más sosiego, tomaremos el camino de Miño, nada que ver con el río, el Padre Miño, que del Pedregal de Irimia viaja hasta esa abertura o raya fluvial que separa Galicia de Portugal. Nada que ver, en todo caso, con este Camino. Que ahora nos lleva a bordear el campo de golf que acabó siendo la única muestra viva de una urbanización fantasma. Miño es pueblo que centra núcleos rurales muy activos y en verano recoge importante colonia de veraneantes, dada la exquisitez de sus playas. El peregrino que disponga de tiempo, no es nuestro caso pues los pabellones que nos acogen no dan demasiado margen temporal para recepciones, hará bien en relajarse en sus aguas. En todo caso Miño pide un tiempo para el reposo, que los escolares de Logos aprovechan en un parquecillo propicio para expansiones.


Vicente Araguas: «Para dormir, el Hotel Garelos, y el Colegio Vales Villanmarín para escolares cansadamente alegres. Sí».

Luego de Miño, dejando a un lado el “Ponte do Porco”, alusión al jabalí de piedra que anunciaba la pertenencia a los Andrade, entramos en Paderne, municipio amplio y ameno, con agua abundante de los ríos que lo riegan, y que harán nuestro recorrido muy agradable. Como digo ahora hay subidas y bajadas para entonar las piernas. Y fuentes, como la del lugar de Gas (sic), donde la parada es imprescindible, habida cuenta del calorcillo que este año, por ejemplo, ha venido acompañando la etapa. ¿Qué como es el tiempo en el Camino Inglés? Bien, en los 9 años que lo he venido haciendo, siempre en la primera semana de julio, doy fe que salvo algún esporádico “orballo”, mínimo por definición, nos acompañó siempre un tiempo favorable. Lo que hace mucho más grato la andanza por una tierra, la gallega, poseedora –a mi entender- de un tiempo veraniego paradisíaco (bien que yo sea, claro, juez y parte). Pasado Gas, con su manantial e iglesario, entramos ya el en el Concello de Betanzos, allá abajo su centro, circundado en gran parte por el Río Mandeo, que forma la Ría de Betanzos (naturalmente).


«¿Qué como es el tiempo en el Camino Inglés? Bien, en los 9 años que lo he venido haciendo, siempre en la primera semana de julio, doy fe que salvo algún esporádico “orballo”, mínimo por definición, nos acompañó siempre un tiempo favorable»

Entramos en Betanzos como caballeros (y damas) por una de la puertas medievales. Concretamente por la llamada “Porta da Ponte Vella”. Que nos franqueará la entrada a una ciudad de la que soy parcialísimo, a pesar del estafermo, “rascaleches” en lugar de rascacielos, por tomarle la palabra a Miguel Hernández, que copa la Plaza de los Hermanos García Naveiras, filántropos de su ciudad natal, como tantos gallegos emigrados, quienes una vez hecha fortuna volvieron a enriquecer sus lugares de partida. En el caso de estos hermanos, estatua en la plaza con uno de ellos en el acto de telefonear, caso estatuario, que yo sepa, únici en el mundo, autores de un parque, “Do Pasatempo”, locura ilustrada (y masónica), también en Betanzos. Esta ciudad, aparte de por sus encantos monumentales y arquitectónicos, Convento de San Francisco (sepulcro de Fernán Pérez de Andrade “O Bo”), Santa María del Azogue, Estatua de Diana Cazadora, soportales, vale la pena por degustar esa tortilla, deleite “líquido”, inventada en “La Casilla” y hoy prodigada en los mesones de la Rúa do Progreso. No, jamás nos la perdamos en Betanzos, con pimientos de Padrón, como guarnición. Para dormir, el Hotel Garelos, hospitalaria Adriana. Y el Colegio Vales Villanmarín para escolares cansadamente alegres. Sí. (Continuará). *Vicente Araguas es poeta y escritor majariego, autor de “Enseñando Poesía en la Escuela” (Magíster/ Pigmalión).

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