Playa de Aro (Girona): «los recientes incidentes de secuestro / liberación de ciudadanos del Este de Europa en Majadahonda me hacen pensar que no estamos muy distantes de lo que escribo»

IGNACIO JIMÉNEZ DEL RÍO (12 de agosto de 2024). Buenas tardes, Sr. Director. Le adjunto, por si considera de interés publicarlas, unas reflexiones al respecto de la convivencia en España de ciudadanos rusos y ucranianos. Ciertamente no tiene mucho que ver con Majadahonda, pero los recientes incidentes de secuestro / liberación de ciudadanos del Este de Europa en nuestra ciudad me hacen pensar que no estamos muy distantes de lo que escribo: Desde hace casi 50 años paso mis veranos en Playa de Aro (Girona) y para mí, este pueblo costero ha sido siempre un modelo de modernidad, progreso y tolerancia. Finalmente hace casi 25 años me compré aquí una casa y ahora que estoy jubilado procuro pasar varios meses al año disfrutando del sol y el mar. Aun recuerdo el glamour de muchas noches de verano frente al mar viendo pasear a personajes como el barón Thyssen y su inefable esposa Tita Cervera. Pasado el tiempo, al igual que muchos otros lugares de la costa mediterránea, este pueblo se convirtió en refugio de mafiosos rusos, marselleses, irlandeses o suecos, que se mimetizan con los muchos turistas de sus respectivas nacionalidades repartidos por España. Algún restaurante de la zona vio como le pegaban un tiro a alguno de sus clientes extranjeros al terminar la velada. Tras la caída del telón de acero, los oligarcas rusos amigos del poder invirtieron en la zona, ya que les ofrecía buenas comunicaciones, tranquilidad, buen tiempo y fundamentalmente, seguridad. Entonces y durante bastante tiempo, no había distinción entre naturales de Rusia, Bielorrusia, Ucrania u otros países de la antigua Unión Soviética.

ignacio del Rio

Desde que se produjo la agresión de Rusia a Ucrania he visto como los muchos coches de alta gama con matrícula rusa que circulaban por aquí iban desapareciendo paulatinamente y rápidamente han sido sustituidos por coches de similar estilo pero matriculados en España. Sin embargo, los de matrícula ucraniana, no menos vistosos en absoluto, han continuado con su matrícula original y orgullosos de lucirla. Los primeros me merecen una opinión detestable, como agresores que oficialmente son. Los segundos una opinión de simpatía, como agredidos, pero evidentemente no puedo ponerme en su piel y por tanto no soy capaz de juzgar la conducta de unos ni de otros. Bien es cierto que en su momento y siguiendo la estela de otros países europeos en su labor de sancionar a Rusia y a los afines a su presidente Putin por la agresión, se produjo una intervención del Estado embargando determinados bienes de magnates de primera fila afines al mismo. Eso tuvo alguna mínima repercusión, ya que la mayoría de ciudadanos rusos de la costa brava tienen sus bienes a nombre de testaferros españoles o de otros países y disfrutan de ellos con total impunidad.

Otra opinión distinta me parecen los ciudadanos ucranianos, que no solo no se han escondido sino que hacen alarde de su nacionalidad y condición, pero yo me pregunto… ¿no deberían estar en Ucrania los jóvenes en edad de combatir que veo disfrutar de la playa con total tranquilidad?. ¿Es justo que sus conciudadanos estén pasando penurias cuando ellos no solo disfrutan de total libertad sino que disponen de bienes muy por encima de la ciudadanía media española y tengo la sensación que también europea?. Tanto los rusos como los ucranianos que están aquí se entremezclan en bares y restaurantes con enorme frecuencia y total naturalidad. Si recuerdo recientes sucesos como el asesinato de un piloto ucraniano en Villajoyosa (Alicante) o la masacre de una familia rusa en Lloret de Mar (Girona), veo cada vez mas cerca el estallido de esa bomba de relojería que supone la convivencia de agresores y agredidos en un circulo relativamente pequeño. Máxime cuando el idioma ruso es muy similar al ucraniano y a los que no estamos avezados se nos confunden ambos provocando que algunos escuchen opiniones muy contrarias a sus convicciones e intereses. De igual manera, esta convivencia forzada podría ser el embrión de un futuro acuerdo de paz, pero lamentablemente veo ésta cada vez más lejos y desde luego, no soy capaz de anticipar cuál sería la reacción de los ciudadanos de uno y otro país con los que a diario me cruzo por la calle, en la cola del supermercado o en la mesa de al lado del restaurante. ¿Calma tensa, ejemplo de convivencia o bomba de relojería?. El tiempo, no a mucho tardar, nos lo dirá.

 

Majadahonda Magazin