Juan Luis Requejo, letrado del Tribunal Superior de Justicia en Luxemburgo: entrevista desde Majadahonda con Miguel Sanchiz, presidente de Honor del Colectivo de Prensa y Medios de Majadahonda (CPM)

MIGUEL SANCHIZ. En esta segunda parte de la entrevista para «Gente Maja que se Moja» con Juan Luis Requejo, asturiano de Oviedo, constitucionalista español y letrado en el Tribunal de Justicia de la Union Europea en Luxemburgo, surge otra pregunta sobre de qué manera contribuye su experiencia y perspectiva al enriquecimiento del debate legal en el Tribunal. Y Juan Luis Requejo contesta: «Mi trabajo consiste simplemente en auxiliar a uno de los miembros del Tribunal. Los letrados del Tribunal de Justicia participamos en el trabajo de la institución aportando nuestra experiencia profesional en el ámbito del Derecho. En mi caso, la de profesor de Derecho Constitucional y letrado del Tribunal Constitucional. Pero la obra del Tribunal de Justicia es la de sus magistrados y abogados generales». Y cuando se le pregunta por el papel que cree que desempeña el Tribunal de Justicia en la promoción de la cohesión y la integración europea, responde: «un papel protagonista, sin duda. Como antes decía, la Unión es fruto de los Tratados, pero de los Tratados interpretados “creativamente” por el Tribunal de Justicia. Sin la doctrina de la eficacia directa o de la primacía, que son obra del Tribunal, el proceso de integración no habría llegado hasta donde estamos».


Miguel Sanchíz

¿Cuál ha sido el mayor cambio que ha observado en la defensa de las normas europeas desde que se unió al Tribunal de Justicia? –Me incorporé al Tribunal de Justicia en el año 2010, precisamente en el momento en que entró en vigor la Carta de los Derechos Fundamentales, que ha supuesto un cambio cualitativo radical en la naturaleza de la Unión Europea. Si hasta entonces la Unión era todavía, sustancialmente, un mercado, con la Carta se ha convertido en una realidad más próxima a la de un verdadero Estado. El Tribunal de Justicia no se limita ya a garantizar las libertades mercantiles tradicionales, sino que se ha erigido en un tribunal de garantía de los derechos fundamentales de los europeos. Las consecuencias que ello puede comportar en el proceso de construcción de una posible federación europea son extraordinarias.

¿Cómo se asegura de que las decisiones del Tribunal de Justicia sean comprensibles y aplicables para los ciudadanos europeos comunes? –En primer lugar, traduciéndolas a las 24 lenguas oficiales de la Unión. Aunque la lengua de trabajo del Tribunal es el francés, sus decisiones se publican en las lenguas de cada uno de los Estados miembros. En segundo lugar, cuidando escrupulosamente la redacción de todas las resoluciones, tarea a la que se consagra un personal (traductores, lingüistas) extraordinariamente cualificado. Se trata de conjugar el inexcusable rigor de la razón jurídica con la claridad y la sencillez del discurso, lo que no es nada fácil si se tiene en cuenta que hay que hacerse entender en más de veinte idiomas explicando las razones en las que se apoyan decisiones que son extraordinariamente técnicas y complejas.

¿Cuál es su opinión sobre el equilibrio entre la seguridad jurídica y la adaptabilidad en la evolución de las normas europeas? –Ese es un problema común en todos los Estados, pero en el caso de la Unión se ve agravado por el hecho de que sus normas no son tan dinámicas como las normas estatales. Quiero decir que modificar una norma de la Unión es bastante más difícil que reformar una norma nacional. De ahí el riesgo de que el Derecho europeo se anquilose o se petrifique y de que la realidad acabe por superarlo. Una de las funciones del Tribunal de Justicia consiste justamente en evitar esa consecuencia, haciendo de su jurisprudencia una suerte de “motor auxiliar” para el cambio legislativo a través de la interpretación de las decisiones del legislador. PROXIMO CAPÍTULO: «Estamos construyendo desde el Derecho los Estados Unidos de Europa» 

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