Sergio Ruiz, chófer de Bárcenas

MANU RAMOS. «El 28 de abril de 2005, cuando ni siquiera había conocido a Luis Bárcenas, la Guardia Civil le detuvo en Majadahonda (Madrid) por tenencia ilícita de armas. Así consta en la información remitida por la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) al Juzgado de Instrucción número 5 de Madrid, que lleva la causa del espionaje al ex tesorero del PP. Pero la pregunta clave de la historia de Sergio Ruiz es cómo pudo llegar, primero, a ser el chófer de Bárcenas y luego a participar en la trama de espionaje contra él. Las pocas respuestas que existen sobre su pasado están en el Apartahotel Discoteca Erótica Flower’s uno de los mayores prostíbulos de toda España. Se encuentra en el número 2 de la calle Rosa de Lima, a unos 26 kilómetros de Madrid por la autovía de La Coruña. Allí, Sergio Ruiz, según ha sabido El Español, coincidió como portero con Mario Gascón Aranda, excolaborador de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y uno de los testigos en el juicio de los atentados del 11-M».


Andros Lozano

La revelación del periodista Andros Lozano aflora la relación de la Zona Oeste de Madrid con el nuevo caso de corrupción del PP. Y recuerda la trama de los atentados del 11-M en esta casa de citas ubicada en Las Matas, ubicada administrativamente en Las Rozas pero más cerca de Torrelodones: «En el Flower’s, el 6 de marzo de 2003 se encontraron José Emilio Suárez Trashorras y Antonio Toro (ambos integrantes de la trama asturiana de los atentados) con Rafael Zouhier (otro condenado por aquellos atentados). En ese local, Trashorras le entregó a Zuhier una muestra de explosivos y detonadores robados de la mina Conchita. En aquel prostíbulo, Sergio Ruiz trabajó durante “poco tiempo, sólo varios meses de 2003”, según explican a El Español dos fuentes distintas. Hacía poco que había abandonado el Ejército y se había mudado a Madrid. Ese ambiente oscuro, frecuentado por empresarios y políticos de todo pelo, y personajes de los bajos fondos madrileños, le terminó por abrir puertas. Tantas, como para llegar a cobrar de los fondos reservados del Estado.

 

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