José Mª Rojas Cabañeros, científico del Centro Nacional de Microbiología de Majadahonda de Majadahonda y vecino de la urbanización Horizonte

FEDERICO MTNEZ. El científico José Mª Rojas Cabañeros, columnista y colaborador de MJD Magazin que vive y trabaja en Majadahonda tras una estancia en EE.UU y que se dio de baja en Ciudadanos (Cs) cuando estalló el partido naranja, aborda en esta segunda parte de la entrevista celebrada el 10 de febrero (2023) un asunto candente: la educación en España. Y lo hace bajo la eterna pregunta: ¿Pública o Privada?. Es curioso porque mi hija nació también aquí en Majadahonda en el año 1993, un año después de venirme a vivir aquí. Y mi hijo nació también en Majadahonda pero en 1998. Ambos estudiaron en los colegios Rosalía de Castro (público) y CAUDE (privado). O sea que nuestras biografías paternales son casi paralelas… (risas) –Mi hijo tiene doble nacionalidad, yanqui y española, pero vino muy pronto aquí; nació en 1995, con lo cual sus estudios los inició en Majadahonda, primero en el Antonio Machado y después en el San Pío...


Federico Martínez Utrera y José Mª Rojas Cabañeros tras la entrevista

¿Lo apuntaste en esos centros porque eres defensor de la enseñanza pública o por cuestiones económicas? –Soy defensor de la buena enseñanza, mi madre era maestra en el sistema público y mi padre catedrático de instituto, y nos pareció lo mejor. Ocurrió, sin embargo, que en un momento estuvimos a punto de ir a vivir a Madrid, porque surgió la posibilidad de trabajar en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Al final, por cuestiones del destino que hay que tomarse a bien, esa operación no cuajó; no llegue a un acuerdo con Barbacid, aunque me llevo bien con él, pero pensando en el traslado matriculamos a nuestro hijo en el colegio del Pilar de Madrid. Allí estuvo varios años (primaria y secundaria), pero no se encontraba del todo a gusto y por eso el Bachillerato lo cursó en el instituto José Saramago de Majadahonda del que tengo muy buena impresión. Pienso que el sistema educativo público funciona bien y el sistema privado también puede funcionar bien, como hay cosas del sistema público que están mal y del privado que también están mal. Depende de los profesores y de muchas historias. La universidad pública también se ha deteriorado más con el tiempo, en mi opinión existen demasiadas universidades y mucha endogamia. Este es un debate muy complicado y siempre mezclado por cuestiones políticas, es un terreno que la izquierda ha considerado que es suyo y no se puede violentar pero hay cosas que he visto que han ido a peor desde la ley de Maravall y el denominado principio de la comprensividad. El sistema se ha ido degradando gradualmente y su calidad es baja…

Hay quien dice incluso que la época de Franco la universidad española era mejor que la de hoy. ¿Tú compartes eso? –Bueno, yo estuve en la universidad como estudiante en la época de la transición, pero desde el punto de vista de las libertades desde luego que no, porque yo lo que viví fue un posfranquismo, en un momento en el que aún existía cierta censura. Lo que sí creo es que si aumentas mucho la oferta, disminuye la exigencia de calidad. El problema fundamental no es el fracaso escolar, sino el fracaso profesional. Existen universidades públicas, que prefiero no decir el nombre, donde para premiar la eficacia o productividad del profesor se valora el número de aprobados que concede; y como la codicia humana no tiene límites, se tira de la máquina de aprobar a todo el mundo. Ese no es el camino. Yo prefiero que el alumno suspenda al principio, cuando tiene opciones de cambiar de estudios, mucho peor es que cuando termine la carrera y quiera ser ingeniero o médico no encuentre trabajo en ningún sitio, al no estar bien preparado. Eso de decir que todo el mundo vale, elimina la cultura del esfuerzo y provoca un falso espejismo: intenta evitar que las familias protesten porque su hijo suspenda.

¿Lo habéis hecho alguna vez? –Ni mi mujer ni yo hablamos con un profesor de universidad porque mi hijo suspendiera y cuando era más pequeño sólo acudíamos al colegio para saber cómo iba, pero no para protestar por las notas. Lo que ocurre es que nos hemos acostumbrado a aparcar a la gente joven, la universidad es un aparcamiento. Antes antiguamente ser bachiller era un título y ser universitario una dignidad social. Ahora no sirve de nada, porque todo el mundo es licenciado. Como todo el mundo acaba la carrera, al final el mercado elige, y como hay tantos, se exige más que los meros títulos tradicionales. Para eso se ha inventado el Master, pero los Másteres hay que pagarlos, aunque sean públicos también hay que pagarlos. Entonces el ascensor social de la educación se pierde por la teoría del igualitarismo. Y como somos todos iguales, pues regresamos otra vez a las influencias de la familia, la recomendación…  Aun así, si no vales, por mucho que te recomienden, te vas a la calle. Es toda una falsa visión progresista, en el sentido de que se pensaba que el profesor que suspendía era un “facha” y mal profesor, mientras que el que aprobaba era un “progre”, muy majo.

Un “enrollao” que se decía… –Tienes que adecuar tu nivel de exigencia a la edad, pero todo el mundo no puede ser igual. Cuando tu hija o tú tienes un problema vas al mejor médico, si falla el coche vas al mejor mecánico, y si es un problema legal acudimos al mejor abogado que podamos pagar. La igualdad de oportunidades tiene que existir, pero esa especie de neocomunismo disfrazado de lagarterana no tiene nada que ver con la seriedad de los tradicionales comunistas. Ayer estuve hablando con un amigo muy de izquierdas y está alucinado con lo que existe ahora sobre estas cosas. Ya en 2015, participando en un debate sobre políticas científicas, un representante de Podemos soltó delante de mí que la ciencia no tiene que ser “meritocrática” sino “democrática”, lo cual es el prototipo de la “anti-ciencia”. Lo democrático debe ser el control social sobre los presupuestos y poderes públicos, pero la meritocracia forma parte de la democracia. Porque si no: ¿quién asciende?, ¿el que está recomendado o el que mande el partido?, ¿cuál es el baremo de las cosas?. Es esa lacra de “Cultura Woke” que califica ser culto o inculto como una distinción antidemocrática; según ellos, lo que hay que propiciar son “ambientes culturales” y todo es cultura, dicen. No se pueden poner notas porque el alumno se puede sentir “ofendido” o “discriminado” y estamos produciendo generaciones de inanes.  Por cierto, ese movimiento “woke” procede de las universidades de élite de Estados Unidos, la “Ivy League”, y se trasladó desde allí a Europa, con revisionismo catequista de todo: clima, biología identidad, historia, lenguaje… Y es lo que nos preocupa en la asociación “Pie en Pared”, a la que pertenezco: “la batalla cultural”. Próximo capítulo de la entrevista con José Mª Rojas: las Universidades Privadas en España.

Majadahonda Magazin