LIDIA GARCIA. «Se cumplen 20 años de la boda de ‘Montielita’ con Tony Hernández del que se dijo de todo. «O Tony o nosotros«, le dijeron Thais y Zeus. Y ella eligió. Un año después, se divorciaba y el volvía a Cuba». Tras la noticia de MJD Magazin sobre el 20 aniversario de la boda de la artista Sara Montiel en el Ayuntamiento de Majadahonda, el periodista Luis Fernando Romo ha publicado este sábado 22 de octubre (2022) un artículo en «El Mundo» donde recuerda que «hay frases en la prensa rosa que quedan para la posteridad. El 17 de octubre de 2002, Sara Montiel (74) y Tony Hernández (36) se casaban en el ayuntamiento de Majadahonda (Madrid). Para preservar la exclusiva, a la divina Sara no le ocurrió otra cosa que vociferar delicada a la par que glamurosamente a los periodistas que se abalanzaban sobre ella en el interior del consistorio unas respuestas que forman ya parte de la historia de la prensa rosa: «¿Pero qué pasa?’ ‘¿Qué intento es esto?». En la calle, numerosos majariegos curiosos gritaban «vivan los novios«, mientras Sara, resguardada tras las gafas de sol y una inusual melena rojiza delicadamente planchada se mostraba algo contrariada. Por activa y por pasiva, la protagonista de «El último cuplé» (1957) negaba que se hubieran casado por lo civil.
LUIS FERNANDO ROMO. Doña Sara de la Mancha salió del Ayuntamiento en loor de multitudes y poco después lo hizo Tony, que insistía a los presentes que se encontraba allí para la tramitación de unos papeles. Hubo quien les acusó de despistar a la gente cambiándose de ropa en los juzgados y de orquestar un plan para salir por separado. Tony lo negó. Ambos admitieron que se casarían al día siguiente. Había que preservar la exclusiva en la portada de la revista ¡Hola!. A pesar del imponente patrimonio que poseía Sara -un ático con piscina privada en el barrio de Salamanca valorado en 3 millones de euros, varios apartamentos en la Plaza de España e innumerables joyas de diamantes, esmeraldas y rubíes– necesitaba cash, como suele decir Carmen Lomana (74) en Pijolandia.
La actriz era una gran estratega. De Hollywood había aprendido a perfeccionar las técnicas para la mercantilización de su nombre, pero esto también lo llevaba en los genes, ya que abrazar la pobreza en la cuna agudiza el ingenio. Ella misma empezó a gestar su propio mito. Que si el dramaturgo Miguel Mihura la hizo mujer, el poeta León Felipe le enseñó a leer y escribir, Hemingway le enseño a fumar puros o que Gary Cooper cuando venía a España siempre comentaba: «¿dónde está mi Montielita?». Sara aprendió a luchar contra molinos de viento sin volverse loca. Saritísima, como así la bautizó su adorado Terenci Moix, finalmente protagonizó la portada de la revista de saludo junto a su cuarto marido. Una imagen salida del Parnaso con uno dos piezas en seda y paillettes color champán de Antonio Ardón, una corona de flores naturales sobre su melena rizada y una cara que parecía salida de alguna de las obras del Museo del Prado que enaltecían su condición de diva. Su fiel amigo, el estilista Manuel Zamorano, potenció su aura. Lea el artículo completo aquí.