«En Emilio Antelo Alamán había Poesía, aunque él no lo supiera, y doy fe, porque estuve con él en muchos actos literarios, de la unción con que seguía estos, y el conocimiento, intuitivo si queréis, que demostraba a la hora de decirme si Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena eran un miau desparramado o la Medel o Ada Salas, un marramiau con matices. O que bien Carmen Jodrá con aquella timidez descarada»

VICENTE ARAGUAS. (Majadahonda, 14 de mayo de 2024). Llegaba Emilio Antelo, adonde fuese, y en torno a él estallaba el jolgorio. Porque pocos, tan pocos, como él, para llenar el mundo con su alegría vital, su don de la afabilidad, sus ganas de que todos estuviesen a gusto. Otro país sería este, otra ciudad más llena de razones todavía, si Emilio lo siguiese frecuentando, con su cámara al hombro captando detalles, rostros, circunstancias. Su archivo ha de estar lleno de la historia reciente nuestra, como pueblo, como paisanaje. Captada con talento poético, sí, en Antelo Alamán había Poesía, aunque él no lo supiera, y doy fe, porque estuve con él en muchos actos literarios, de la unción con que seguía estos, y el conocimiento, intuitivo si queréis, que demostraba a la hora de decirme si Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena eran un miau desparramado o la Medel o Ada Salas, un marramiau con matices. O que bien Carmen Jodrá con aquella timidez descarada (¿recuerdas Emilio como seguías lo que es la táctica del oxímoron?).


Vicente Araguas

Mi amigo, Emilio, Aemilius le decía yo, tan serio en su trabajo, tan estrafalario a la hora de los despropósitos, de las gracietas y los dichos chuscos. “¡El mundo erótico del sexo!”, era una de sus ocurrencias, viniera o no a cuento. Y con ese título homónimo bauticé un relato largo, casi, casi una “nouvelle”, que se puede encontrar en el colectivo “Huevos revueltos” (Los libros de Ariadna, Madrid, 2012). Allí está Antero Millán, el nombre que le di en el relato,y otros elementos que pululaban alrededor del mítico quiosco/ estudio de fotografía de la Galería Sanabria, entrada por Santa María de la Cabeza. Que es donde yo conocí a Emilio, y a Charo y al Señor Paco. Ese quiosco, tan “Corte de los Milagros”, donde podía pasar de todo, desde que en el entrase Bárbara Rey, hociquito de conejo mustio y chulería decadente, que Charo nos pidiese que le cubriésemos el turno pues debía ir al banco, o que dos elementos foráneos vigilasen el puesto desde la trastienda, provistos de “Lib” o “Interviú”, primera época. Ese quiosco que atraía personal, que a su vez compraba en las tiendas diversas que ya no son lo que fueron. ¡Aquellos ochenta cuando había que coger los turnos en un aparatejo de los que sustituían al castizo: “¿Quién da la vez?”!


La foto del campeonato de Tercera que ganó el Rayo Majadahonda, como tantas otras, es de Emilio Antelo

Puestos de todo tipo sobre los que habré de volver cualquier día. Alguno subsiste, Manolo el zapatero, tan profesional, con quien me pierdo en las virtudes de San Crispín y San Crispiniano, patronos de un gremio, tan numerosísimo en tiempos que en Madrid libraban los lunes, “lunes de zapateros”, cuando se corrían los toros, en atención a ellos. Pero el quiosco de Emilio cerró un día. Y nos veíamos en el Cerro del Espino, o en el Calderón, o en la “Xuntanza de galegos”, de Alcobendas. Y, por supuesto, en Galicia. En Cabanas o Pontedeume o Coruña (de donde era Emilio, también conocido como “Bebeto”. por su parcialidad por este “crack” brasileño del Deportivo, debilidad emiliana, junto con el Atlético y el Rayo Majadahonda). Y en el Bernabéu disfrutamos de las dos Copas del Rey ganadas por el Súper Dépor. Y la noche aquellla de la final suspendida por la lluvia acabamos mojadísimos tomando carcamusa en una taberna toledana de los Cuatro Caminos. Mojados y muertos de risa.

«Emilio murió, aún no me lo creo, aún creo que aparecerá de nuevo cualquier día diciendónos que todo fue una broma, una “carallada” y que “¡Viva el mundo erótico del sexo!” O que: “¡Venga machiño, vamos a la Peña Godín, que tenemos que armarla!”

Pero Emilio murió, aún no me lo creo, aún creo que aparecerá de nuevo cualquier día diciendónos que todo fue una broma, una “carallada” y que “¡Viva el mundo erótico del sexo!” O que: “¡Venga machiño, vamos a la Peña Godín, que tenemos que armarla!”. Emilio Antelo Alamán, coruñes-majariego se nos fue en setiembre del 19, justo antes de la pandemia. Y aquel día, ya cuando la prórroga acababa sin penaltis, me llamó Charo. Y yo no entendía nada. Solo el cariño que sentía y siento por un ser único. Que dejó tras él, estoy seguro, un gran archivo fotográfico de Majadahonda. Charo, Santi, Óscar: os quiero. *.El fotógrafo Emilio Antelo falleció en Majadahonda el 4 de septiembre de 2019 por lo que este año 2024 se cumplen el 5º aniversario de su muerte.

 

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