Vicente Araguas: «El 27 de setiembre del 85 Hombres G tocaron por primera vez en Majadahonda. Luego han vuelto. Pero, claro, nosotros los de entonces, ¡ay, Neruda, qué lejos y qué siempre!, ya no somos los mismos. (…) Me une la amistad con Rafa Gutiérrez, guitarra solista del grupo, un “crack” en toda la extensión de la palabra. Con él he comentado a menudo aquel concierto. Y doy fe, también su hijo Rafa, este más bien de los Artic Monkeys, que los escolares españoles en Italia, marea altísima, llevan “Venezia”, de David Summers, dígase ya, como himno».

VICENTE ARAGUAS*. (Majadahonda, 18 de mayo de 2024). El 27 de setiembre del 85 Hombres G tocaron por primera vez en Majadahonda. Luego han vuelto. Pero, claro, nosotros los de entonces, ¡ay, Neruda, qué lejos y qué siempre!, ya no somos los mismos. Y al tiempo esa sensación tan bellísima, aun pecando de inexpertos, de la vez primera. Eso fue luego de que ese verano los altoparlantes de las playas, yo estaba en la de Valdoviño, cerca de mi Neda tribal, atronasen con una canción fresquísima, llena de “parolazze”. Sí, como para poner colorado al Papa reinante; no, que era polaco y le daría igual lo de “figlio di troia” o “stronzo di merda”. Y yo, auténtico zangolotino, a punto ya de los treinta y cinco, nostalgias del pop sesentero, el mío propio, sentía un no sé qué que si no quedaba balbuciendo es porque la cosa no tenía que ver con la mística. Así que volví a Majadahonda con aquella canción rondándome, dando vueltas en torno a mí como si yo fuese la cazuela giratoria que es puro pleonasmo dentro del tiovivo. Y andaba con mis clases a girar cuando, aliados de la noche, entre los descampados que todavía (des)poblaban parte de nuestro pueblo me fui con los escolares: Marius, Pechín y Ángel José al Cerro del Espino, aquel 27 de setiembre.


Vicente Araguas

Salimos de “Horizonte”, donde entonces vivía mi hermana Carmen, en la parte de atrás, la que daba y seguirá dando a Doctor Bastos, solo que entonces se veía hasta El Escorial, y llegamos al Cerro ya de noche. El campo de tierra, desde luego, y no había cubierta (lo mismo que ahora, ¡qué vergüenza!, y cómo echamos de menos aquella especie de “jaimas” que nos protegerían años después de los antojos climáticos, y por ahí quedan fotos, de Emilio Antelo, ¡y cómo no!, dando fe de ellas) y gente y gente llenándolo todo aquel setiembre. Y yo, posiblemente, junto con los mandos de la guardia civil, el más viejo del cotarro. Allí, gente joven y guapa, la “beautiful people”, casi, pero no exactamente, de los “hippies”, de los buenos, no de aquel sector zarrapastroso que terminó de liquidar Charles Manson (pobrecilla, Sharon Tate). Gente guapa, tan joven hace treinta años y que hoy acompañan a sus hijos cuando canta Taylor Swift, pongamos; Aitana ya se les hace más para pequeños, me parece.


Vicente Araguas: «No puedo imaginarme a Maria Joᾶo Pires, pongo por caso, saludando al auditorio (¡qué vergüenza el nuestro, el Alfredo Kraus, qué escándalo, y el silencio como norma, y no la de Vincenzo Bellini, por cierto!) de esta guisa».

Adolescentes aquellos que se sabían de memoria no solo “Venezia”, sino “Dejad que las niñas se acerquen a mí” (un cierto olor a chamusquina a Beach Boys, pensé), “Devuélveme a mi chica” (y el personal alborotado con el “sufre, mamón”) y por ahí seguido. Lucían, los Hombre G, digo, unos guardapolvos que luego les copiarían otros grupos. Y aquella vez arrancaron el concierto con un muy sonoro: “¡Buenas noches, Majadahonda!”. Esta sinécdoque, ya se sabe, la parte por el todo (o viceversa) ha terminado convirtiéndose en moneda de uso común, en conciertos de música ligera; no puedo imaginarme a Maria Joᾶo Pires, pongo por caso, saludando al auditorio (¡qué vergüenza el nuestro, el Alfredo Kraus, qué escándalo, y el silencio como norma, y no la de Vincenzo Bellini, por cierto!) de esta guisa. Pero a los Hombres G saludar así les sentaba de maravilla. Como a mí la amistad que me une a Rafa Gutiérrez, guitarra solista del grupo, un “crack” en toda la extensión de la palabra. Con él he comentado a menudo aquel concierto. De los primeros de Hombres G ya en esa ruta que los ha traído hasta aquí. Recorriendo al menos tres generaciones. Y doy fe, también su hijo Rafa, este más bien de los Artic Monkeys, que los escolares españoles en Italia, marea altísima, llevan “Venezia”, de David Summers, dígase ya, como himno. Luego de aquel setiembre del 85 Hombres G han vuelto a Majadahonda. Pero la que comento fue una auténtica epifanía. La mía, sin duda. *Poeta y escritor majariego, autor de Enseñando Poesía en la Escuela” (Magíster/ Pigmalión)

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