FRANCISCO PASTOR. El tercer «boom» de la sierra oeste de Madrid llegó en los años ochenta y noventa, cuando llegaron también los bloques de apartamentos y los grandes proyectos urbanísticos. Los pueblos que hasta entonces apenas habían ejercido como lugar de veraneo se convirtieron en ciudades dormitorio de Madrid. Los municipios más cercanos a la capital, al contrario de como había pasado hasta entonces, empezaron a ser los más caros de toda la sierra. En Villanueva de la Cañada, aquel pueblo sin urbanizar, y donde PP y Vox acumulan más del 60% de los votos, la renta por hogar supera hoy (1 de septiembre de 2022) los 51.000 euros. En cambio, los pueblos que pegaban a la montaña se quedaron atrás, al menos en los indicadores puramente económicos. «Por ello, sus chalés resultan tan anticuados, apaisados y de piedra. Las urbanizaciones modernas están en ciudades como Majadahonda o Pozuelo de Alarcón. El franquismo decía amar la sierra, pero la condenó a ser un lugar de veraneo», reflexiona el arquitecto José María Ezquiaga, Premio Nacional de Urbanismo.
«Los distritos más caros de la capital son los del norte y el oeste, y los más baratos, los del sur. Cuando la ciudad se desborda y la gente se va fuera de Madrid, esa desigualdad se expande al resto del territorio. En ese movimiento, las familias acomodadas eligen el oeste. Allí encuentran calidad de vida, un paisaje más bello y, además, están bien comunicados con los distritos de los que vienen, como Moncloa, Chamberí o Salamanca”, reflexiona José Ariza, doctorando en Sociología Urbana. Para él, el tamaño del municipio no influye en la ideología de sus habitantes. La renta sí lo hace, pero hay un factor más.
Porque no todo es azul a la sombra de Guadarrama. Hay pueblos que votan conservador en las elecciones generales, pero progresista cuando eligen el color del ayuntamiento. Es el caso de Torrelodones, donde gobierna desde hace más de una década el partido Vecinos por Torrelodones, que nació contra la especulación urbanística en la sierra. También ocurre en Galapagar, regida por el PSOE. Aunque quizá los casos más llamativos son los de Cercedilla y Navacerrada, dos localidades aledañas. La primera vota socialista, pese a que Blas Piñar figurase entre sus veraneantes. En Navacerrada, con más fuerza que en ningún municipio del entorno, Vox es el partido más votado (29,6%). Allí, la extrema derecha y el PP suman tres de cada cinco sufragios. ¿Y por qué, estando tan cerca la una de la otra, y a pesar de encontrarse en un entorno tan similar, resultan tan dispares?
Ariza cuenta con una explicación reveladora. En Cercedilla, 1 de cada 5 edificios pertenece al casco histórico del pueblo. Pero en Navacerrada esta proporción baja muchísimo. Solo 1 de cada 20 inmuebles se levantó allí antes de 1960. La mayoría llegó a partir de los años ochenta. «Si las nuevas construcciones ocupan una gran parte del municipio, y su número es muy superior al de las viviendas viejas del pueblo, esa localidad votará a la derecha. Hay quienes piensan que los vecinos ya son conservadores cuando eligen vivir allí, pero hay otra teoría. En pueblos donde no hay ni plaza, donde todo ocurre en casa y los desplazamientos son en coche, la idea de vecindad muere y la gente se vuelve más individualista», sentencia el sociólogo.
Entre los libros que Miriam (nieta de un abuelo ingeniero del que imagina que combatió en el bando franquista, aunque no está segura) atesora en su chalé se encuentra «Un recorrido por Los Molinos«, de Marta Martín Fernández. Algunas de sus páginas mencionan a los vecinos ilustres del municipio. Los barones de Chirel mandaron construir 6 casas en la misma calle, una por cada hija que tuvieron. Alfonso Senra Bernárdez llegó allí en 1939 y, durante la dictadura, fue miembro del Tribunal de Responsabilidades Políticas. El artillero Antonio Fernández Sola da nombre a un paseo en el pueblo. El libro también recoge la historia de Enrique Espí Alfaro, ingeniero, que trazó algunos de los embalses de la sierra. Murió en 1992, tras criar a 6 hijos y convertirse en uno de los vecinos más involucrados en la vida de Los Molinos. Y todo aunque él, durante la guerra, combatió en el bando republicano. Antes había militado en la UGT. No todo es azul a la sombra de Guadarrama, decíamos. Lea el artículo completo en El Confidencial pinchando aquí.