VICENTE ARAGUAS*. Un lector que firma Pedro, al hilo, al filo (y no de la navaja, mi plumín no pretende herir salvo en defensa propia, no es el caso) de mi último artículo, alabanza de Miguel Hernández y Pablo de la Torriente, sugiere un reconocimiento a “José María Pemán, gran poeta andaluz”, y añade, “para compensar”. Y yo, que quiero ser liberal, por generoso, creo que Pemán lo era. Porque este caballero gaditano, siendo director de la RAE, se negó a cubrir las ausencias de los escritores exiliados, dejando sus asientos huérfanos de posaderas postulantes por vencedoras. Cierto que Pemán publicó en 1938, tengo la primera edición, leo de todo y a todos (los que valen la pena), de “Poema de la bestia y el ángel”. Libro épico pemaniano inmisericorde con la “bestia” roja. Claro que eran los días en que Rafael Alberti, hoy, glorieta majariega, se ciscaba en el “mulo Mola”. Y si bien Pemán no me dice gran cosa como poeta, al contrario que a mi cordial interlocutor, si creo que fue muy buen articulista, estupendo costumbrista, ¡aquel “Séneca”!, y sagaz apuntador de un tiempo y unos personajes; “Mis almuerzos con gente importante”. Lo que no llega para un reconocimiento majariego pues ni siquiera estuvo aquí, como sí lo hicieron Miguel, poeta inmenso, o Pablo de la Torriente, escritor aseadito para entendernos, conocido sobre todo por la “Elegía segunda” hernandina: “Me quedaré en España, compañero…” y cómo me llena el alma pronunciarla.
Tampoco vino a nosotros Antonio Machado, colegio y calle a su nombre en Majadahonda. Y no creo que nadie vaya a discutir su hondura filosófica, su humanidad, su talento poético. Pero yo, y no para compensar, honraría también a su hermano Manuel, tan grande, tan hermano de Antonio. La maldita guerra lo puso en el otro bando, llevándolo a escribir un patético soneto a Franco que acaba con este endecasílabo: “¡la sonrisa de Franco resplandece!” Claro que el de Antonio a Líster tampoco es dechado de virtudes. Ahora bien, Manuel, tan hermano de su hermano, ese “Canto a Andalucía” (“¡Y Sevilla!”), esas soleares tan tanta cosa, tan poeta como él, bien pudiera estar en nuestro callejero. Lo repaso: relacionados con Majadahonda y ocupando calles o plazas tenemos a María Teresa León y Blas de Otero, que aquí vivieron y murieron. Francisco Umbral, majariego y roceño de vecindad, pero siempre muy pegadito a Majadahonda, que frecuentaba, travesía y biblioteca en su honra. Lo veía, circunspecto, en “El cóndor” y aguardando el toque de película, blazer y pantalón gris de franela inglesa, a la sombra de alguna muchacha en flor, en la salita de espera del “Zoco” de Majadahonda. Carlos Bousoño aquí moraba y nomina instituto. Francisco de Quevedo, colegio en y a su nombre, posiblemente pasó por “Majalahonda”, y lo hizo -sin duda- el sacristán coplero de “El Buscón”. Y es muy probable que lo hiciera Juan Ruiz, “El Arcipreste de Hita”, andarín perenne, a quien damos dos veces calle: nombre propio y de pluma.
Y, además, leemos, callejeando, a Cervantes, “Majalahonda”, de nuevo, en “El Quijote”, Benavente (si es que su calle se refiere a Don Jacinto y no a la hermosa ciudad zamorana, que bien pudiera), Carmen Laforet, Federico García Lorca (calle y colegio en el campo, aunque cada vez menos), Homero, León Felipe, Rosalía de Castro, de nuevo callejera y docente, Vicente Aleixandre, José Saramago y María Zayas, institutos estos dos. Se nutren también de aroma callejero, Marañón y Ramón y Cajal, tan científicos como buenos escritores. Al primero vuelvo con frecuencia. Y rastreo, y regalo a quien conmigo va, en las librerías de viejo su imprescindible “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo”. No se lo pierdan. Eso es hacer Historia, con el rigor y la sencillez que es cortesía escritora. Y vive aquí al aire joven el muy grande, grandísimo, Benito Pérez Galdós, docentemente reivindicado. Un buen plantel, el de los escritores que acompañan nuestro callejero. Variopinto como lo somos nosotros. Cubierto con la liberalidad que nos habita. Compensar lo que la triste guerra, Miguel Hernández, descompensó, labor de todos. En ello vamos, creo. Que yo lo que aquí veo es gente de paz. Sí. *Poeta y escritor majariego, autor de “Enseñando Poesía en la Escuela” (Magíster/ Pigmalión).
Mi querido Vicente, como seguidora tuya te felicito una vez más por tu artículo, si me permites la sugerencia con todo respeto se te ha olvidado mencionar a Concha Zardoya, colega tuya en la poesía, que vivía en Virgen de Iciar y que como no podía ser menos, el PP cerró la biblioteca que llevaba su nombre. Enhorabuena por tus artículos.
Gracias, María José. ¡Doña Concha Zardoya! Cierto. Si hasta estuvo en cierta ocasión en Logos de la mano de Paco López-Barxas. Agradezco que la reivindiques, sí. Un abrazo, querida.
No sè si es casualidad pero un 8 de mayo de 1897, nace en Cádiz, España, José María Pemán, escritor que cultivó con éxito todos los géneros: firmó 93 obras de teatro, 28 novelas y cuentos, y cientos de artículos periodísticos. Defensor de la monarquía, colaboró con Manuel de Falla en su “Himno marcial”. Gracias por su crónica Vicente.
Y del «Soplen serenas las brisas, ruja amenazas la ola», que cantábamos a pleno pulmón los «peludos» en el Cuartel de Instrucción de la Armada. Pemán omnipresente. Gracias, Don Mario.
Quede aquí constancia de mi inmensa gratitud al amigo Vicente, quien me refiere como responsable de la visita de Concha Zardoya al Colegio Logos, donde compartí con el la enseñanza durante dos o tres cursos inolvidables allá por los años 80, sustituyendo al inolvidable profesor, ourensano como yo, Nabor Vázquez. Y es que, sin Vicente Araguas no hubiera sido posible, no solo la presencia de doña Concha, sino también la de tantos otros que gozamos como Alberto Baeza Florez, Tusón, Fany Rubio, Mariano Tudela, Granell, Pepe Briz, Del Real, Octavio Uña, entre otros, que como Vicente sabe, nos acompañaron en nuestras tertulias con los alumnos en la Bodeguilla del Café Gijón. Vicente, y bien que lo demuestra en este artículo, no es un pozo de sabiduría; es una sima del saber. Una sima en la que no solo podemos descubrir su creatividad en los múltiples campos de la escritura o en los muchos tesoros ocultos de nuestros escritores, sino también el placer por saborear un lenguaje tan rico como difícilmente imitable. Algún día alguien tendrá que incorporarle a él en esa larga lista de nombres que, salidos de su erudición, sitúa en el olimpo del callejero de Majadahonda. Es de justicia…!
Pero es bien cierto que sin ti estos encuentros no hubiesen sido. Así que el agradecido soy yo. Majadahonda… le debo mucho. Ahora a Majadahonda Magazin, expresión digital de su devenir cotidiano. Algo así.